Poemas de Sebastián Arce (Costa Rica) 5FIPAL



Sebastián Arce Oses 

Heredia, Costa Rica, 1986. Poeta, narrador, ensayista, crítico literario, profesor universitario y gestor cultural. Observador de lo que debe y lo que no. Lo verás transitando de aquí para allá, sin importar el motivo o la frontera. Se dice que ha asistido a talleres literarios de nombre precolombino, que ha participado y ha coordinado Festivales Internacionales de Poesía, que ha sido miembro de Asociaciones Culturales que se salen por la Tangente, que le gusta la crema de chocolate y la lluvia.
Tiene publicados los poemarios: Emigrar hacia la Nada (2010, Ediciones Espiral) y Variantes de una herida (2017, Editorial Nuevas Perspectivas). Aparece en la antología de poesía centroamericana Deudas de sangre (Anamá, 2015). Escribe en los blogs de poesía hechosydeshechos.blogspot.com y de narrativa borradordememoria.blogspot.com. 


Centroamérica pide zarpe en una cevichería
“Y ¡Ay de aquel que toque ese cable de tensión! Se quema”
Monseñor Romero
Centroamérica tiene fronteras
                                                         imaginarias
como poetas
                  reunidos en una mesa.
Tiene una larga cadena
                             de cárceles de hambre
y lagos de sangre que buscan
                                        sus piernas entre fúsiles y banderas.
Centroamérica es
                            este quiste de malos amores
hasta que alguien se anima
por fin    a poner una canción.

Entonces Centroamérica parece sonreír
como la niña
                       que ha escapado
de sus persecutores.
Y comienzan a hablar las sillas de Centroamérica
como libros que se abrieran
                                             para tratar su antiguo don de ciencia.
Acá, alguien levanta su vaso
                          y brinda
                  por un país
golpeado
           por militares.
Los desaparecidos y los refugiados
flotan en sus labios
como cubos de hielo en las venas de Centroamérica.
Allá, alguien levanta
su rabia incontrolable
y postea en los muros
las consignas
de un genocidio
que no limpiará más nunca
su sangre seca.
Y en aquella silla,
Centroamérica
cuenta la remesa
que le viene           y la que ha ido
para ver si su cabeza
alcanza para poner
otra canción.
Y nada que se le olvidan
los muertos aunque sus pies
canten en otra tierra.
Y Centroamérica se queda, como agachada,
hasta que otro litro y otra canción llegan.
Entonces Centroamérica
escribe en su mente y en su piel,
en papeles
y poemarios
y manifiestos
y documentales
                             su pie de lucha
y su fuego inacabable
como los abuelos.
Sufre más que los que quedan,
y los que quedan,
luchan y luchan
porque su lucha no conoce tierra.
Y Centroamérica
se ríe amarga
cuando abofetean
al borracho más feliz del mundo
porque ya es hora
de pagar la cuenta.
Y el azar de una moneda
toca el corazón
de Centroamérica
y sus poetas comienzan
el canto insomne
de una luna
que los seguirá la vida entera.
Y la Luna
le cuenta el viejo cuento
de una ballena
que encalló
en las costas de la utopía.
Y aunque afuera
la policía inicia
las redadas de la conciencia,
a Centroamérica
le dan ganas de quedarse
para siempre en esa mesa.





Sin punto intermedio
Sin importar a que camino te aferrés
siempre pensás es largo.
Luis Chacón

Habrá que seguir. Punto. Y si la sombra tiene el alma flaca y ya no cubre, o si el sol instala en el corazón su eterno medio día, habrá que seguir aun en la arena o el sulfuro, habrá que correr, volar o rugir, disfrazarse con cinismo o ampliar el arsenal como el reptil de los desiertos.
No importa si el futuro es la muerte, los ojos como cantimploras saciarán la sed del mundo, y la palabra como la alfombra de los cuentos se levantará del pisoteo.
Hoy iniciás el camino que no descansa, la estancia en los tejados, el ojo que no teje el sueño. La herida y la cura que marcan la piel. Marcan la vida. Marcan la hora. En Punto.




Descubrí un nuevo sistema solar

Pero aún no lo comparto. Como una estrella evasiva a las fotografías, me paseo admirando a los demás por sus destellos, como si succionara a cualquiera al querer retratarme, como si compartir el secreto de mi materia oscura me expandiera. Llevo mis manos a los bolsillos, silbo mal una canción que ralentiza la gravedad y me desarmo en moléculas que me hilan con el universo.




Carta a una señorita
"No era tan terrible vomitar conejitos una vez que se había entrado en el ciclo invariable, en el método".
Julio Cortázar
Me juzgabas insoportable
pero interesante.

Miraba tus palabras salir
como conejos de tu boca.
Era inevitable pensar en Cortázar,
en todas esas bestiecillas por los rincones,
asegurar puertas y ventanas,
que no salieran de mi piel.

Pero vos ni leías,
sólo sabías hablar conejos
con naturalidad, como si nada.
Sabías eso y desnudarme,
blandir mi sexo y entregar el tuyo.

Pero no podía amarte así.

Los conejos siempre eran los mismos,
condenados a no crecer,
a ser dependientes, indefensos.

Tenías razón:
era insoportable pero interesante.

Por eso te dejé y me quedé solo.
Desde entonces vomito conejos
en mis poemas y cuentos.
Con naturalidad, como si nada.



Bitácora del perseguido

He cambiado tanto de máscaras:
abordé una góndola,
participé en un viaje parisino,
compré tus ojos en un mercado de Katmandú,
llegué tarde a la mezquita.

Nada me sirvió,
una pisada anticipa mi futuro,
ahora, frente al mar que me verá morir,
la huella de unos pies en la arena…
¿es que también ya has pasado por esta playa?



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