Poemas de Mariel Damián (México) 5FIPAL
Mariel Damián
Ciudad de México, 1994.
Estudia Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México y
Biología en el Instituto Politécnica Nacional. Fue ganadora del III Premio
Internacional de Poesía de la Ciudad de Almuñécar (2016) con el poemario “La
chica que se ha quedado sola”. Ha
colaborado en diversos encuentros de poesía en su ciudad como Vértice en el
tiempo. Reunión de poetas en CDMX y el Encuentro Internacional de Poesía CDMX
2016. Formó parte del equipo del Encuentro Internacional CDMX 2017 organizado
por Círculo de Poesía y Valparaíso México. Fue becaria Interfaz en el Festival
Interfaz del Issste-Cultura, Acapulco 2016. Se considera una chica mitad
ciencia mitad poesía.
VISIÓN DEL CIELO
Cuando era niña creía
que el cielo tenia la textura
de un algodón de azúcar.
Después supe que no era cierto,
que en el cielo hay
varias capas de gases
y que al tacto todo eso
es ausencia.
Pero eso hoy no me importa,
yo tengo la certeza de que el cielo
tiene la textura de una lengua,
una lengua rosada y húmeda
TE QUEDAS
Te vas, mi amor, pero me dejas,
tu recuerdo en mis huellas dactilares.
Así, cada cosa que toco
se convierte en tu espalda.
Así, deslizo mi mano sobre la mesa
pensando que eres tú, recostada
y me siento menos sola pero más triste,
porque descubro que haces falta.
Que todo en este mundo,
excepto tu cuerpo, sobra.
TODO
EMPIEZA AQUÍ
El viaje
de la vida
empieza
frente al espejo
en el
detalle de la piel
en las
ojeras
en los
ojos ya desorbitados
que se
buscan a sí mismos.
Todo
refleja el vacío que hay
más allá
de lo que miro.
Y vuelve
a mí, el minúsculo recuerdo
de una
célula tras otra en todo mi cuerpo.
Todo
empieza ahí y se sostiene,
en la
mente
se
vuelven más turbios los colores
y se
mezclan, entre tantos,
y nunca
sabes quién eres,
qué
genética te ha tocado
por qué
brazos y no alas de mosca,
por qué
pulmones
aire
tierra
y no
branquias
agua
sueños.
LETRAS
PERDIDAS
(A mi abuela Enedina)
Hace
mucho tiempo,
una
mujer quiso escribir poesía,
y no lo
hizo
o tal
vez sí,
no lo
sabemos.
En esa
época donde
siempre
era de noche,
había
mujeres soñando las estrellas
anhelando
la vida de otros,
a escondidas,
sigilosas
con miedo.
Porque
el mundo no era para ellas,
el
destino era otro,
era materno,
estaba
lejano
siempre
enterrado en la tierra como
semillas
de flores que no germinan nunca.
A veces,
a mitad de una clase de Biología,
pienso
en ellas como pienso en la historia de mi abuela.
Ella
hubiera sido botánica, lo sé
había un
jardín de bugambilias en sus ojos,
hablaba
en el idioma de la lluvia,
hablaba
en el idioma de las nubes con tristeza
y me
decía:
-Enséñame
a escribir, mi niña, para enseñarle a los muertos
Aunque
lo último que sepa sea leer mi nombre en una tumba.
Enséñame
lo que aprendes en la escuela.
A mi
también me hubiera gustado escribir poesía.
REFLEJOS
De las
mil maneras que hay para hacer el amor sin tocarse
está el
mirar de cerca tus ojos
y
descubrir la inocencia vestida de niña
hurgando
en los escombros de tu conciencia
buscando
a tientas y en un rincón de tu pecho
las
piezas del Lego de tu infancia.
Es el
tiempo el que no pasa
y en el
fondo de tus ojos eres yo misma.
Ahí
están los monstruos del armario y
las hormigas
que anidan bajo tu cama.
Ahí el
mar que se hace llanto
y el
grito que callas con tu boca.
De las
mil maneras que hay para hacer el amor sin tocarse
está el
mirar de cerca tus ojos
y
encontrarme –a veces- minimizada
entre la
córnea vidriosa del cielo
y la
sangre tibia de los párpados.
La
imagen minúscula de mi cuerpo
nada en
el color de tus pupilas
y se
asoma al vacío que eres
para
saludar al reflejo que soy
cuando
estás conmigo.
RESPUESTA
– Si no
fueras un pez de color turquesa
¿Qué
otro mundo hubieras sido?
-Yo no
lo sé, te digo.
Quizás
hubiera sido una semilla pequeña
para
pedirle a mi abuela de seis años
que me
sembrara a tu lado.
Y así,
no distinguir tus hojas de las mías
ser una
masa verde y sin forma
atravesando
el lomo del viento.
Y
hacerte el amor todo el día
con mis
raíces de árbol
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