Poemas de Juana M. Ramos (El Salvador - EEUU) 5FIPAL




Juana M. Ramos

Nació en la ciudad de Santa Ana, El Salvador. Profesora de español y literatura en York College de la Universidad Pública de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Ha participado en festivales y lecturas de poesía internacionales en Estados Unidos, México, Colombia, República Dominicana, Honduras, Cuba, Puerto Rico, El Salvador, Argentina y España. Ha publicado Multiplicada en mí (primera edición, 2010; segunda edición revisada y ampliada, 2014), Palabras al borde de mis labios (2015), En la batalla (2016) y Ruta 51C (2017). Es coautora del libro de testimonios Tomamos la palabra: mujeres en la guerra civil de El Salvador (1980-1992) (UCA Editores, 2016). Sus poemas y relatos han sido publicados en antologías, revistas literarias impresas y digitales en Latinoamérica, EE.UU. y España. 



Impronta

Espera mi partida
la ausencia de mis huesos
y mi boca. 
Abisma la mirada 
y me despeño en el añil 
de dos océanos inquietos. 
En mis manos, un crimen hermoso,
en mis manos, su sangre,
en mis manos, la bisoña sangre irrepetible. 
Espero su venida
el sobresalto de su carne primeriza. 
Acurruco la mirada
y yazgo en sus orillas,
vaciada, jadeante. 
Atardezco en el reproche de sus ojos. 
Su sangre en mis manos criminales
crimen incorregible de mis curtidas manos. 
Entre todos los pájaros, sus tiernas alas,
entre mis piernas, dulcemente rotas.



Desamparo

Una niña mece su mano
en señal de despedida,
muerde el llanto por la punta más aguda,
lo somete, lo desangra, lo mastica;
se lo traga y repite este acto para siempre
ante una madre que, sentada a la derecha
de un adiós reincidente,
le multiplica los panes y los peces
que la preñan de nostalgias
la indigestan de tristezas.



En un invierno rosarino

El frío se incrusta sin piedad
en cada hueso
es clavo, cincel, martillo.
El frío es un niño que llora
a gritos simplemente porque puede,
es ladrido que retumba
en la profundidad de la noche.
Tiembla el frío en esta habitación,
desvela coyunturas resentidas,
sangres insistentes e indóciles,
lluvias y calles irrenunciables y lejanas,
ropas húmedas e inhóspitas,
voces que dan fe de la vigencia de esta herida.
El frío es hoy una palabra que desgarra
es aquella niña primeriza
temblorosa ante el asombro
El frío, sin saberlo, se ha vuelto un enemigo.



Una tarde de mayo

La jeringa supura
la culpa, el alivio, el miedo. 
En casos como este,
apunta el verdugo,
suele ceder el esfínter. 
Hago como si no escuchara
y mis labios Iscariotes
pronuncian un beso. 
Es la mejor decisión
(un eco a lo lejos).
Se instalan de nuevo
el alivio y la culpa. 
Me precipito en lágrimas: 
es la hora del naufragio.  


 
Renacer

Mi país: tu cuerpo,
que no entiende de fronteras,
donde intento concebirme, nacerme, darme a luz,
abrir puertas, poner casa, fotos y manteles;
del que no quiero emigrar,
generoso sitio en el que apetezco un enteramente,
donde anhelo morir a plenitud, en libertad.
Entiérrame en tu cuerpo,
tierra fértil donde brotaré de nuevo y
esperaré un siglo, las vidas que sean necesarias
para curar la espera, para sanarte los recuerdos
a los que seré ajena con el bálsamo
que supuran mis heridas.






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