Poemas de Hugo Oquendo - Torres (Colombia) 5FIPAL



Hugo Oquendo-Torres 

Chigorodó, Colombia. 1982. Teólogo, profesor universitario y estudiante del Programa de Maestría en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Ha hecho estudios de teología con la Universidad Bíblica Latinoamericana de San José de Costa Rica. Ha publicado los libros: Catarsis de la memoria y otros silencios (Medellín, 2011), Poesia do corpo nu (Metanoia, Rio de Janeiro, 2014) y cuentos Lo secreto (Klesipdra, Pereira, 2018). También ha escrito una serie de ensayos de teología y literatura, entre ellos: En la cama con mi madre: pensar y sentir la teología desde la piel (Revista Perseitas de la Fundación Universitaria Luís Amigó, 2014); Tengo el sexo marcado: erótica de la resistencia (Escuela Superior de Teología de San Leopoldo Brasil, 2016) y Soy un dios y, sin embargo, ¿qué trato he recibido de los dioses? Rasgos del héroe trágico en el Prometeo de Esquilo (Polilla. Revista literaria, 2016).



Cinco poemas (Días de fuego).

Origen de todo principio

                                                      la luz,
 palabra inicial
                       que
                              el abismo engendra.

De este resplandor sagrado lo humano,
cual río que trasciende la memoria,
arrastrando consigo nuestros pasos
     hasta cruzar los linderos del mito.

En los portones del Edén los pueblos,
       migrantes desnudos de las estepas,
que en las cavernas crearon a carbón,
      bisontes, caballos, uros  y mamuts.

Origen de todo principio
                                                       ella,
 la fuente luminosa que consagra
         de la palabra los alumbramientos.




Flores del mes del viento

Una flor azotada por el viento, el mes de agosto.
En él cientos de cometas
                    se embrollan en las redes eléctricas,

otras serpentean en las nubes
             como ensueños
                        que penden de un hilo luminoso.

Agosto se anuncia cuando crujen las ramas
   y el sol todo lo bendice.
En el mes del viento
              las flores de papel son pájaros ciegos.



 
El sueño de Adriana

Habita al pie de la nubada montaña,
   en cuyas cimas
                           descollan los yarumos.
Mientras Adriana duerme en su cabaña,
a través de la ventana
      los hilos de luz
              sobre su cama posan delicados,
como con la misma delicadeza
                    con que la pijama la cubre.
A su costado izquierdo
                         dormita una loba negra,
a la diestra una cierva joven;
               el cobertor de lana cae al piso,
   debajo reposan un zorro y un conejo.

Cuando en las primeras gotas
                       se anuncia la dulce lluvia,
Adriana recoge sus hombros
                    para abrigarse en el sueño.
El viento bate las cañas
                             y las espigas ondean,
frente a su rostro la lluvia arrecia,
   envolviendo en su vientre
                                  praderas y colinas.
Lupa bosteza
                    y Cerinea una vuelta se da.

En el momento que escurre el tiempo
                                sobre el frío tejado,
   de modo fugaz cae granizo.
                              Tras de sí el silencio.
El cielo se despeja,
relucen de nuevo las colinas,
                  una garza surca el horizonte,
Adriana despierta y me pide café.




 
Pictogramas

Hombre del linaje perdido
       tu mano roja pinta fuerza y poder,
memoria de las primeras cacerías;

rastreador, que al olfatear las huellas
del animal herido,
 contempla cómo galopan los signos.

En las eras que sepultaron su voz,
viento y mar,
el rito quedó grabado en la roca,
donde los dioses trazaron su nombre.




Los gozos de la lluvia

Cuando
la lluvia
acaricia todo,

antes del alba
la Noche
tiende su vestido al sol;

en la mañana
es grato sorprenderla
desnuda
entre las sombras.
 


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