Poemas de Esthela Calderón (Nicaragua) 5FIPAL



Esthela Calderón

León, Nicaragua 1970. Autora de varios poemarios, entre ellos: Soledad (CIRA, 2002), Amor y conciencia (UNAN-León 2004), Soplo de corriente vital (400 Elefantes, 2008), La hoja (Centro de Arte Moderno de Madrid, 2010), Coyol quebrado (400 elefantes, 2012),  La que hubiera sido (Indómita Editores, Puerto Rico, 2013)  Las manos que matan (Promotora Cultural Leonesa, 2016) y Antología bilingüe Los huesos de mi abuelo (Amargord, 2018). Novela 8 caras de una moneda (Editorial UNAN-León 2006) con una segunda edición en el 2009. Sus poemas han aparecido en diferentes antologías entre ellas: El consumo de lo que somos: muestra de poesía ecológica hispánica contemporánea (Amargord, Madrid), Alforja (México), Hermanas de tinta (Nicaragua), Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica (México), El Turno del Ofendido (El Salvador), Ayahuasca Reader (Estados Unidos), Ghost Fishing Eco-Justice Antology (Estados Unidos). En las revistas World Literature Today (Universidad de Oklahoma), Translation Review (Universidad de Texas), Literature and Arts of the Americas (Americas Society-Nueva York), en St. Petersburg Review y en  ISLE de Oxford Journal (Inglaterra). Ha ofrecido recitales a través de Centroamérica y Panamá, así como, en Estados Unidos y España. Actualmente, es la directora de la Promotora Cultural Leonesa (Nicaragua), Instructora Adjunta en el Departamento de Lenguas Modernas y Literaturas de la St. Lawrence University de Nueva York y editora de la revista cultural en línea Aquí y Allá de dicho departamento.


LEYENDA URBANA
Dicen que no hace mucho tiempo
un país pequeño arrancó la frontera
y huyó de su bandera, de su moneda y de su himno.
Lo siguieron los Guardabarrancos y los Sacuanjoches,
los Gatos ruidosos que vivían en los techos,
los Perros sin dueños que merodeaban en los mercados
y los Caballos famélicos apaleados por sus dueños.
Metió en su maleta al río con sus Tortugas,
Mojarras y Caracoles que no querían quedarse.

Subió sobre su cabeza
un saco lleno de leales semillas y granos.
Se fue.

Cuando los habitantes se dieron cuenta del abandono
ya era demasiado tarde.
Nadie sabía nada de nada.

Entonces, metieron nuevamente
sus alargados cuellos de caucho
en los opulentos huecos de mierda y basura
que les pertenecían. 

(De la antología bilingüe Los huesos de mi abuelo 2018, Amargord, España)



 LAS MANOS QUE DESPACHAN
El otro día,
un par de manos callosas empujaban un carretón. 
En el carretón unas cajas y un machete.
Al lado del carretón un perro,
(menos flaco que el dueño, pero flaco).
En la calle rodaba el carretón en medio de carros,
bicicletas, motos, caponeras, buses,
camionetas ruteras y otros carretones.
El perro se saludaba con otros perros.
También su dueño de vez en cuando
soltaba una mano y decía adiós.
Otro carretón jalado por un caballo
(más flaco que el perro)
los alcanzó y los pasó.
En ese otro día, el bochorno del día
era igual que otros días.
Todo el otro día es un día que se repite.
En una esquina, una ruta choca con una moto
y, mientras esperan a la policía,
todos dan su veredicto.
Y ahí va el hombre con su perro al lado.
En un día igual como los otros días.
En el carretón unas cajas y un machete.
El perro se va entreteniendo
cuando lame de vez en cuando el asfalto.
En una esquina dobla una patrulla
de frente a las manos que empujan el carretón.
El vehículo se detiene de un frenazo.
Las manos de uno de los agentes
arrancan las manos callosas.
Otras manos abren las cajas.
La gente ya no presta atención
en el choque del bus con la moto.
Corren a ver qué pasa con el hombre flaco
del carretón de todos los días.
Su mujer viene en las cajas.
A la orilla de las cajas, el machete.
El perro ladra cada vez más fuerte
como reclamando
las gotas que saboreaba en el asfalto.
La noticia, el otro día,
salía de las casas a la calle,
como todos los días.
El ex-compañero de la víctima decía:
Ella tenía otro hombre.
Yo no iba a estar aguantando.
Mejor la despaché.

(De  Las manos que matan  2016, Promotora Cultural Leonesa, Nicaragua)




CAJA
Los ataúdes son los Pinos, Pochotes y Laureles
donde se refugia por última vez la cólera y las edades.
Amontonados  los años,
descansan dentro de la caja mortuoria,
espacio amigo brindado por un árbol.
Oscuridad después de los desmayos y los ayes.
Tres palabras en una misma fosa:
silencio, madera y gusano.

(De Coyol quebrado, 2012, 400 Elefantes )





HISTORIA
El sonido de la primera palabra fue la de un árbol,
y los animales y las aguas respondieron.

El primer humano era sordo.
No escuchó el soplo de la corriente vital.

Desde entonces, heredamos la sordera.

(De Soplo de corriente vital 2008, 400 elefantes)



  
RENACER
Y las noches que faltan
vendrán convertidas en noticias 
que en papel desteñido se escriben.
Luego la amarga rutina: recordar para vivir.  

Dicen que las flores nacen de sus recuerdos
y viven sin pensar en la muerte. 
Entonces, voy a plantar un jardín de recuerdos
para que, floreciendo en pensamientos,
la muerte se lleve la indeleble lejanía.

(De Soplo de corriente vital, 2008, 400 elefantes)

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