Poemas de Melvyn Aguilar (Costa Rica) 5FIPAL
Melvyn Aguilar
1966, San José, Costa
Rica.
Cursó estudios de sociología en la Universidad de Costa Rica. Es cofundador del
Colectivo Octubre Octubre Alfil 4, del Colectivo Voz Urbana y del Taller
Anti-Taller-Anti. Ha publicado
Territorios habituales (Editorial Arboleda, 2006), Xarxa D’ Aranya (Ediciones
Espiral, 2012). MayDay (Ediciones Espiral, 2015) Además cuenta con dos
selecciones poéticas publicadas por El proyecto Editorial La Chifurnia del El
salvador (2016, 2017).
Incluido en las antologías: Poesía del Encuentro. Antología del VII Encuentro
Internacional de Escritores, Costa Rica 2010 (Media Isla Editores); Noches de
poesía en el farolito (Editorial Perro Azul, 2007); Sostener la Palabra
(Editorial Arboleda), Lunada Poética. Poesía Costarricense actual (Ediciones
Andrómeda, 2005), y en Anuario de Arte
Costarricense 1994. Con el trabajo poético “Cuatro sofismas para un
cangrejo” Poesía experimental a dos voces. Editor de la revista de poesía “El
pez Soluble, coeditor de la
plataforma virtual The rolling book
http://therollingbook.com y
editor de la revista de literatura
costarricense La Mandrágula http://therollingbook.com/mandragula.html, publica
desde el 2010 el Blog “La ratonera” http://laratonenera.blogspot.com.
JAYAKARI
(o piccole e foribundas acqua piovana e
l'aria)
Para Tatiana. L.
“Ella entró al bar, me quito las viejas gafas
de viejo
y arremolinó mi corazón,
de la misma forma en quese agitan
los fríos y dormidos iceberg de un jaibol”
Melvyn .A.
…Venden
postales del ahorcamiento,
pintan los pasaportes de color marrón,
el salón de belleza está lleno de marineros,
el circo ha llegado a la ciudad…
pintan los pasaportes de color marrón,
el salón de belleza está lleno de marineros,
el circo ha llegado a la ciudad…
Bob Dylan
I
Duermen las piedras niñas en
las praderas sumergidas
de Halophila,
–no así mi corazón de agua
roja–
él no duerme
–tan solo sueña–
II
Es frágil y pequeño,
niño de jaspe grana, con voz
de radiolarios,
opalescente y sumergido niño
que juega
y sueña,
con sus remolinos de
agua-menta
que sueña
juega,
con sus diminutos abanicos de
coral.
III
Mañana
cuando la luz entibie
el sereno lomo de la bestia
náutica
y las anémonas ensayen
concupiscentes danzas de
espuma,
aguzará,
–mi niño–
sus otolitos
queriendo tu voz,
intentándote
en las unisexuales florituras
del fitoplancton
y así,
darán inicio sus rojas y
equinas mareas.
IV
Porque tú
pequeñita y furibunda colibrí
has incitado
con tu aliento de altísima
libélula
a este oxidado y frágil
corazón
de agua profunda y
lodo.
Y lo que ayer
fueron tímidos chasquidos
de cabecita baja y ósea
trompetita,
ahora
son clavicordio en sinfonía
y
dulce desasosiego.
V
Es mía esta pulsación,
mi niña aire
mi niña cardumen
mi niña sardana de
golondrinas
–mi niña yerbabuena–.
Es mía
y aunque a veces
no gobierne sobre sus latidos
de invierno
tengo claro
–que
no podré ser yo el granizo–
que no seré yo
en mi condición de criatura
de arenisca
quien opaque tu sueño de
pájara y navío.
VI
Duermen las piedras niñas
en las estepas inundadas
de Halophila
y en mi pecho de nuevo
algo amanece.
VII
¿Cuánto aguanta un corazón sin el ácido del
amor?
La “Flota” es un barco
encallado
en la esquina California del
viejo Cantaranas
– meridional cintura de esta ciudad–
Ahí
por la mañana,
a las muchachas les crecen
flores en el ombligo
y se escucha el mugido
fantasma
de vacas marinas y antiquísimas.
Muchacha
los calendarios son
abominables vitrinas
donde una música de trompeta
rasguña frenéticamente los cristales
y los viejos ambulantes
escudriñan su pasado en
cuitas de palomas
y lloran desconsolados
una suerte de polvo y
primavera.
Los navíos varados del
amanecer,
tenebrosos espejismos
que rechinan como puertas
olvidadas de una iglesia en bruma
–pero
por las tardes–
festivas muchachas atavían
con sus quemantes labios
los desvencijados tablones de
cubierta
–y
los besos vuelan–
uno a uno, como gaviotas
encendidas
van enredándose entre
renovados
y erectos mástiles sin
bandera,
–y toda patria es
imposible–
cuando la negra y alta marea
de la noche
activa los amorosos
mecanismos de esta ciudad
que
tú amas.
VIII
LLueve, llueve, llueve
I come from the blue bar
yo provengo de un bar azul
donde las canciones
agusanaron mi corazón,
–gracias por quitar el polvo de mi
nariz–
–gracias por sacudir esta vieja gabardina–
aunque bien sé, que en tanto
permanezca bajo tu lluvia,
sentiré dolor.
I am no longer in the blue
bar,
mis ojos miran tus ojos
y maúllo como un gato que
escampa bajo tu luna de pimenta roja.
Toma mi mano
y llévame una vez más a tu
ciudad.
IX
Saca tu alquímica escopeta
para tréboles,
degüella a las
cornejas
y espanta los monigotes
que asustan a tu niña de verano
y dame
semillas de tu boca,
para que pueda adormecer a
este escaramujo,
–es tan rojo– muchacha
como el pasto que comen
tus vacas verdes.
X
Tú
la niña que con su paso
incendia buganvilias,
yo
un semejante que tropieza
con lánguidos y grises
adoquines.
Tú
la muchacha que vio un
gato transitar
en la cabeza de un
homo-intangible,
yo
quien te vio llorar con
esos recuerdos.
Tú
la mujer con ciudades
donde las calles
son largas, muy largas
y los parques
un vientre donde se reúnen
a fantasear las constelaciones,
yo,
alguien que de cuando en
cuando alza la mirada
para descubrir dos manos
tiernas como sisellas mensajeras
Tu
La chicua,chicua,
que cautiva a los niños
con sus plumas canela,
la que escucha estampidas
de caballos cerriles
en los penachos del
bosque,
yo
éramos
tú, somos
ambos seremos
y tal vez como abril
seamos
muchacha.
Una
pequeña canción para la provecta Liddell
–Que el jurado considere su veredicto, ordenó el Rey–
¡No, no! –dijo la Reina– La sentencia primero, el
veredicto después.
No juegues en el
huerto pequeña Liddell
porque hoy habrán
monstruos en la niebla,
gazapos desdoblando
el vórtice de las brújulas
donde el ojo híbrido
de Dogson parpadea.
No juegues porque
habrán temibles repugnantes,
desgajando canciones
victorianas,
parlantes simios y
mujeres serpiente
ahuyentando
y devorando a las
palomas
–Y Dios será imposible–
e inútil
Liddell
si el rey rojo
despierta.
No juegues a que
sueñas, que te sueñan,
y no sueñes a que
juegas,
porque trasmutarás
Liddell
como la hija de
Hécate en Escila
o como Jekyll fue
Hyde en Stevenson.
Y no ames a los
locos
pequeña
porque ellos sueñan
y no despiertan
y en sus cámaras,
siempre dan las seis
y
nunca hay té.
Del
libro XARXA D’ARANYA (O pequeñas
cosas que deben recordarse)
Infortunado elogio a la paloma
En
la copa de un árbol está enroscada
una
serpiente muy grande; sobre su cabeza
hay
una jaulita y en la jaulita un pájaro,
mi
alma, está dentro del pájaro.
Cuento indostánico
Jannes Frazer, La rama dorada
Mira
la paloma padre
es la misma y no.
Mira con qué ferocidad
bombea sus
diminutos mecanismos de pájaro,
intrépida,
casi demencial
emprende su renovado viaje
por la delgada escala del aire
sube, sube, sube
reta sin deparo
la escueta expectativa de su sangre.
Un peldaño remonta cada jornada
pero no logra descifrar
en su necio intento
el laberinto que de la tierra
hemos hecho.
Un poco más se eleva cada día
y es,
cada día,
un poco más vieja.
Como nuestra memoria
padre.
Capta Spirae
“Incluso cuando atravesó el Aqueronte,
el
olvido no se apoderó de su alma…”
Apolonio
Sé,
creo recordar
que los abismos
que circundan al ojo de la noche
son xarxa d’aranya;
malla febrífuga, hemostática,
sutilmente colgada en las esquinas
del gran domo,
espiral invisible de captura
que puesta, ahí ha sido,
para que todo ente
atraído por la luz
pueda olvidar.
En la luna,
en los márgenes
de la luna
apresada está
la memoria
del mundo.
Recuerdo, creo recordar
que Funes, que Ireneo Funes
cabalgaba sus ciclos
en un gasterópodo azul
y que en él
cada rosa,
era una única
rosa.
Chats, rue caustiques
A Sergio, a Claudio, al taller,
anti-taller anti
Yo miro
por la ventana
hacia la vieja calle cáustica.
En días de lluvia
con frecuencia
mis
ojos se tropiezan
con
las muchachas de fuego de Gérard
y
en verano,
con
el hombre partido
por
la mitad
que
divagara André.
Aún suelo ir en sueños
al viejo Yang Lung
a sacar vocablos
de un sombrero de alta copa,
aún suelo ir con nostalgia
al Octopus Garden.
En aquellos días
tiempo atrás
en chats rue caustiques
hubo tres gatos.
A dos de ellos
la calle les partió
por la mitad.
Una estufa verde
para Roberto Bolaño
Tengo amigos que juegan a escribir;
con el hígado intacto,
con sus madres intactas,
gozan de cobija, ventana y palmoteos,
tienen patria
privada, rebaño de lectores,
generosas dosis de veneno
y tiempo, para
–a
solas–
deshacerse el páncreas.
En cambio
Roberto se faja el vientre y la sonrisa
toma 20 grageas al día
y escribe.
En otoño sus manos buscan el fuego
evadiendo el exilio, la nieve.
Y la memoria
antojadiza le anda por Quilpuié
donde una tarde advirtió,
que sería bueno marchar.
Él tiene las manos congeladas
no obstante
mantiene sus ojos abiertos
tras sus enormes gafas,
tiene un mundo desbordado
de palabras, recuerdos y palabras.
En otoño
el frío lo lleva a casa de sus hijos
donde Carolina con maderos frescos
prende una estufa.
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