Poemas de Steven White (EEUU) 5FIPAL


Steven F. White

Pennsylvania, Estados Unidos 1955.  Ph.D. en español de la Universidad de Oregón. Ha sido traductor y organizador de antologías bilíngües de poesía de Nicaragua, Chile y Brasil. Sus traducciones también incluyen Poet in New York de Federico García Lorca, The Angel of Rain del poeta cubano Gastón Baquero, Seven Trees Against the Dying Light del nicaragüense Pablo Antonio Cuadra y Book of Voices del brasileño Edimilson de Almeida Pereira. Es el autor de El mundo más que humano en la poesía de Pablo Antonio Cuadra: un estudio ecocrítico, Arando el aire: la ecología en la poesía y la música de Nicaragua, y el organizador de El consumo de lo que somos: muestra de poesía ecológica hispánica contemporánea. Fue el editor invitado para un número especial sobre ecología y literatura latinoamericana de Review: Latin American Literature and the Arts. Una nueva edición del libro que organizó en conjunto con Luis Eduardo Luna Ayahuasca Reader: Encounters with the Amazon’s Sacred Vine ganó un premio de los Independent Publishers en Estados Unidos. Es el autor de Bajo la palabra de las plantas, poesía selecta: 1979-2009 y es catedrático de español y portugués en la St. Lawrence University, NY.



SIETE SALMOS PENINTENCIALES
            (FRAGMENTO)

1
Corrígeme en tu cólera, castígame en tu furor.
Líbrame para un larguísimo recuerdo de transgresión,
porque en la muerte nadie de ti se acuerda,
en el Seol, ¿quién te puede alabar?
Aniquila los límites de mi flujo y reflujo.
Bebe mi melodía, y el canto de mí mismo es tuyo.
No espero perpetuar la especie como mis enemigos.
Sólo deseo la divina retribución del deseo.
Sálvame para tu amor constante
en el cuero negro de una bestia del Edén.
Con la serpiente tatuada sobre tus senos
y el azote de tu verbo,
cabálgame como una perfecta desconocida.
Acércate a mi rostro como una lágrima de sangre,
después asola mis ojos.
Hazme llorar y gemir
en tu cama celeste. 

2
Dichoso aquél que transgrede los límites
y conoce tu cuerpo que no perdona.
Cuando las noches eran largas en nosotros
y florecimos uno en el otro
con un veneno visionario,
agredimos la belleza de nuestra unión
tornándola invisible.
Confesé mis transgresiones
en pleno calor de verano
cuando pesabas sobre mí
y no había cómo parar
el cause de la pasión
como la furia de las aguas torrenciales.
Que los que sean divinos te posean
por un instante, sin importar el sexo:
los peregrinos tienen dientes y lenguas
para adorarte, para desgastarte lentamente
antes de que quiebres la forma de sus huesos. 

5
No ocultes de mí tu rostro.
¿Tienes miedo porque llevo el cielo en mis ojos?
El único infierno es no verte en mí.
Nuestros días se deslizan entre los dedos como humo.
De mi voz de fuego sólo queda ceniza.
Si pudiéramos simularnos.
Si pudiéramos capturar la superficie de cada uno.
Cúbrete conmigo como si yo fuera ropa negra
hasta que caiga de tus hombres en harapos
y aparezcas como una mendiga santa, carne y hueso,
gritando tal como te llamé
como un buitre, como un búho, como un solitario pájaro en el tejado.
Te vestiré como un collar.
Perfora mis orejas, y déjame deslizar el dedo
en el círculo enjoyado de tu cuerpo.
Pinta tu ropa en mi piel
como si yo fuera el fetiche que realmente necesitaras
y nada pudieras hacer sin mí.
Rasgar el tejido es hacerme sangrar.
Desvestirme para el amor es matarme.

 

 

DESPUÉS DE LA COSECHA

Agachados, y con sus machetes cantando
paralelos a la tierra, ¿cuántos puñados de tiempo
logran limpiar cada hora de cada día, de cada vida?
Con esos brazos bien afilados sonando
trabajan en los cafetales como si cada tronco
fuera el cuello de un ser amado.
Por sus manos
aprendí a conocer a los nómadas
de este ejército imprescindible
sin amparo, sin casa.
Esparcidos en el campo, perdidos
entre la maleza, sus dedos amputados
siembran sus raíces en lo finito.

 

 

PASCUA EN ESTELÍ

Ninguna mano empujó la piedra de la críptica alborada.
Corría la sangre sin milagros ni ritos finales.
Mi rabia naciente ardía bajo Torres de Lo que Fue:
se olía el humo que ascendía de los muertos.

 

 

 

 



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