FIPAL6: Manuel Alejandro Ceballos, México

MANUEL ALEJANDRO CEBALLOS, México


Manuel Alejandro Q. Ceballos
Promotor cultural, editor, poeta, dramaturgo, ensayista y narrador. Es fundador y presidente del proyecto Literatelia (Asociación civil y sello editorial independiente). Precursor del movimiento Acción Poética en el Valle de Toluca (2013-2014). Fundador de la compañía local de teatro y sello editorial Amnistía Teatro. Director fundador de la revista cultural Galerías del Alma. Es autor de los poemarios: Efecto secundario (Ediciones Zetina, Querétaro, 2017), Los otoños (La Comuna Girondo, Almoloya de Juárez, 2017), Navegación (Fridaura, Ciudad de México, 2018), No sólo parece el olvido (Ediciones Zetina, Querétaro 2018) y Réquiem Colectivo (Don Juan de Amiel, Lima, Perú, 2018). En dramaturgia: Los amantes de diligencias /A las puertas del convento San José (Letras de Pasto Verde, 2018) las cuales se han llevado a escena en el tranvía de leyendas del centro histórico de la Ciudad de Toluca en el 2018. Es fundador y coorganizador de la FLIL, Feria de Letras Iberoamericanas Literatelia. Director del Festival Internacional de Poesía México. Participó en el Festival Internacional de Poesía José María Heredia (México, 2017, 2018), en el Festival Internacional de Poesía Ignacio Rodríguez Galván (México, 2017) FILEM (2018) y en el Festival de Cuento Breve Los Mil y Un insomnios (México, 2018) entre otros encuentros y festivales. Su poesía se ha traducido al mixteco, yaqui, náhuatl, mazahua, totonaco y zapoteco. Ganó el Premio Municipal de la Juventud Toluca, por su labor social como gestor cultural en 2017.




Andanzas

Para Eva María Valdez


Iré desde mi tierra seca
para empaparme de tu patria.

Iré desde mi campo,
donde no nacen las flores
y la cornucopia de cosechas
cultiva la voluntad.

Porque habría que nombrarnos juntos,
buscarnos,
bañarnos ambos en el milagro
para que no helase.

Como si a esto de reclamarnos cerca
sólo bastara el agua
y un poco de deseo.

Saldré de la fragua
donde se forjan los metales
para cubrirme la frente
con su escudo.

Iré desde mi suelo
y labraré la victoria
aun si agoniza
mi llegada.


Los sueños del agua


Para Eva María Valdez

Nos tocamos.
En la batalla honda de la agonía
la armadura
no nos cubrió
de noche en cautiverio.

Nos encontramos en la batalla
y los sueños del Agua
nos olvidaron en el desierto
como las tempestades,
nos dividieron los gritos
que aún no desaparecen.

Con la puerta que galopa:
nos liberamos,
sin compromiso,
sin lenguaje.

Aquí nos encontramos
una vez más
con los sueños del Agua,
aun tristes,
cuerpo a cuerpo,
desbordando olvido.

Nos tocó marcharnos,
siempre solos,
cada uno por su parte
y con la geografía infinita
de las distancias.

Nos toca marcharnos,
de nuevo,
y los sueños del Agua
hacen nido en el manantial
de sus recuerdos.

Sin mojarnos.
Sin juntarnos.

Sólo faltan algunas palabras
y nuestros sueños del agua
se irán a gotas.
Concluye la batalla.


Campo

Miraba, Campo,
a lo lejos,
el hogar que fraterniza,
la puerta que no abre,
las flores que siempre viven:
las que sembró mi madre
y que mi abuela regaba.

Qué será, Campo,
si mi presente es palabra en silencio:
el destino de todos los cuerpos
y tumba entre la memoria.
Miraba, Campo,
como se ve después
de los días de ataúd.

Quién escucha
si la frase que está detrás
en aquella piedra
no se dice

y sólo se lee en silencio.

Qué será, Campo,
si el abismo en la muerte
nos deja sin voz.

Qué hago aquí
si en la muerte no se muere.
Y escucha los sonidos
que ocupan las nuevas voces.

Si vuelvo
y me veo vacío;
si vuelvo,
y el sueño que se destroza.
Y si volvemos
sin que nadie escuche.

Por eso, Campo,
ten mi voz por si busca el alivio.


Repítela entre las paredes.
Para que mi sombra se mire
y no le encuentre desprevenida.


Efecto secundario




Llegas
con el calor de la memoria
con la prisa de mis palabras
al paraje del silencio
y el futuro anidado
nos sorprende entre dos manos.

Llegas
con la ilusión de llovernos
de desnudarse
a la primavera
donde germinan nuestras semillas.


Partes
cuando diciembre camina
y la brisa que regaba
se congela.

Partes
con todas las señales:
la mano callada
la caída que desvanece
la ceniza que no llena los bolsillos
y el efecto secundario
que emana lo cercano
remueve los escombros


Puerto vacío

De tu pecho zarpé:
me vestí de fugitivo. Desencantado.
Con la boca funesta.
Envuelto en ruina y añoranza
me hundí.







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