FIPAL6: Albeiro Montoya Guiral, Colombia

ALBEIRO MONTOYA GUIRAL, Colombia


Santa Rosa de Cabal, Risaralda, Colombia. Es autor de los libros de poemas Celebraciones (Casa de Asterión Ediciones, 2018) y de Una vida en una noche, prólogo de Juan Manuel Roca (publicado en Monterrey, México, por El Canto del Libro Ediciones, 2015, y reeditado en Bogotá por la Editorial Ataraxia en 2016, y en Argentina, en 2018, por Buenos Aires Poetry). Fue uno de los poetas compilados en la Antología de la poesía colombiana del siglo XXI cuya edición bilingüe fue publicada en París por la Editorial L’Oreille du Loup dentro del Año Colombia-Francia (2017). Es fundador y coeditor de la Revista Literariedad.

 De Una vida en una noche, Buenos Aires Poetry, 2018



 El verano  

La tierra es un perro amarillo
que duerme a la sombra de un naranjo.
Las mujeres le llevan agua robada
en la noche de un secreto yacimiento,
pero él, indiferente, duerme el sueño del sopor.

Un pájaro de luto vuela en círculo
mientras lo espera ver morir.

Si yo no fuera niño
saldría de esta humedad donde me enterraron
para espantarle las moscas,
para espantarle la muerte al verano.


 Eres hijo de ti mismo y te muerdes

Padre, tu único hijo ha muerto
para que mis manos nazcan,
tu único silencio fue invadido
por guaduales y lámparas.
Tristes caballos miran la llovizna
de la infancia caer en la ciudad lejana.

Eres padre de ti mismo, infortunio.
Eres hijo de ti mismo y te muerdes.
Padre, tu único hijo ha muerto
y está habitando los zapatos del olvido.



Herida oscura

Voy a dormir mientras regresas de la infancia,
abuelo, piedra inmemorial, jinete nocturno.                                        
Escucharé tu pulso en mi sangre,
los perros vendrán a lamer mi sueño, herida oscura,
confundiéndome contigo.
¿Olvidé el camino a casa
o era solo una invención de la memoria?
Quise regresar pero preferí el olvido,
mas no el de tu nombre.
Pero no el de tus manos en mis sienes
como en las de un animal de monte.
Voy a esperar la muerte tendido a la sombra de un árbol
tan viejo como tu palabra.
Recuerda: nada cantará.
Expulsé de mis versos todo cuanto vuele.
Solo acepto las raíces, las manos largas de la tierra,
sus caricias enredadas en mi cuerpo.

Voy a dormir mientras regresas de la infancia.
No importa quiénes mueran entretanto.
Estoy más muerto que los muertos.





Atávicas manos de mujer
deseadas por el fuego
Hipnotizados por la canción del humo
imperceptibles ángeles escriben
el epitafio de su colmena
El gato busca con timidez
un fragmento de sí mismo en el fogón
Un soplo lunar inició la candela
la sangre de la tierra fue su combustible
No arde el dolor como la leña verde y húmeda
Atávicas manos de mujer
deseadas por el llanto



Caballo suicida

La vieja casa.
Los ladridos del tiempo
contra las botas que rompen las hortensias.

No saben los niños
que las palabras se resisten a salir
por miedo a las jaulas de la noche.
Alguien canta en el patio
bajo las alas del limonero.
¿Quién interrumpe el sueño
 con gritos como antorchas?

La mañana cae sobre el caballo suicida.
Quien se atreva a desatarlo de la lluvia
habrá medido su orfandad.



La pesca

Los niños arrean los peces
hacia las manos del hambre.
Los areneros cuelan su vida
y los miran molidos por el sol.
Cada día el agua baja una mala noticia.
Lo saben.
Un día alguno de ellos será arrancado del sueño
y el río lo arrastrará como otro perro
que se le muere al viejo borracho de la montaña.
Ahora son una canción
de pies mordidos por la piedra.
Ahora entretienen su destino.
Barren las orillas arreando
los peces hacia la boca de la muerte
para mitigar su hambre mientras les llega la hora.



 Transparencia

Sabemos cómo canta el agua
al pie del monte.
Sabemos de la transparencia de su voz,
el dejo de colmena vulnerada,
la impaciencia de perro sorprendido por las hormigas
en las notas de su letanía.
Conocemos la sal del sudor,
la indeseable dulzura de la sangre en el filo del día
y el sabor tembloroso del pez arrancado de la quietud.
Sabemos, padre, de la vida.
No nos encontró la muerte
cuando nos buscaba en los cafetales
porque nos distrajimos escuchando la música del agua. 




 De Celebraciones, Casa de Asterión, 2017

 Palabras

 Escucho pasar el río de las palabras
a la orilla de esta noche tranquila

Una voz antigua me habla desde la corriente
de astromelias y cafetales

Ya no hay rostros dormidos en el agua
No baja ya el río malas noticias
con la boca abierta llena de ceniza

Rumor de la noche
palabras del páramo que oigo
acostado en el pasto encendido del presente
Mi voz un día va a correr hacia el mar en tu frenesí
Hombres y mujeres
silenciosos animales de otros caminos
van a beber un día de esta tranquila noche
sin el ruido de la guerra



Imágenes

 Me he olvidado.
Nunca fui yo ni tuve casa.

Algo hay en mí
de un alero sembrado de mirtos
donde los sapos respiran enterrados.

Algo hay de unos niños
bañándose con agua nocturna
al pie de un tanque.

Algo hay.

Imágenes.
Araucarias entre la niebla de la plaza.
Un jeep incendiado cayendo al vacío.

Pero me he olvidado.
No soy capaz de distinguir entre el sueño y la vigilia.

Escribo para volver,
para inventar la casa.



Camino real

 Por aquí llegaron
los fundadores del dolor.
Al milagro que volaba
y con su canto
hacía brotar el agua
le llamaron Barranquero.
Coatí, al salto tímido
entre los pastizales.
Guadual, 
al verdor edénico
en cuyo interior
gente, como tú y como yo,
desnuda,
levantó bohíos
para adorar el recuerdo del color del cielo
en la primera noche del mundo.
Hasta que le cortaron los ápices
de los senos y del pubis
y la sepultaron en la nada.
Este camino trajo a los fundadores,
los nombres de las cosas.
Desandémoslo.




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