FIPAL6: Matheus Kar, Guatemala

MATHEUS KAR, Guatemala

Matheus Kar (1994). Nació en la «Sección de drama» de la Biblioteca Nacional de Guatemala. Fundador y miembro único del colectivo Bartleby. Creador de La Poeteca: taller de escritura para sensibilidades creativas. Lo destacan el Certamen Nacional de Narrativa y Poesía «Canto de Golondrinas» (2015), el Premio Luis Cardoza y Aragón de Antigua Guatemala (2016) y el Premio Nacional de Poesía «Luz Méndez de la Vega» (2017). Ha publicado Asubhã (Premio Manuel José Arce; Editorial Universitaria, 2016) y Alturas de Wall Street (Premio Ipso Facto; Editorial Equizzero, 2018). Ha participado en festivales literarios en México, Costa Rica, El Salvador y Bolivia. Su trabajo se dispersa en antologías, revistas, fanzines y blogs de toda Mesoamérica. Sostiene, además, varias columnas de opinión en diversos medios.



Vietnow

El soldado que camina por la selva,
entre Nepal y Katmandú,
es el cartero buscando un buzón en la avenida:
«Descendimos en sogas
de tímidos helicópteros apache.
Llovía. Y es como decir,
en código militar,
que no pasaba nada cuando pasaba todo.
Remplazamos la palabra por la metralleta.
Tartamuda, escupe su baba
entre las sombras.
Del enemigo no sabemos nada,
solamente que se llama Charlie.
Jamás aprendí a disparar
contra un nombre, contra la palabra.
Un hombre, en cambio, es frágil,
identificable.
Pero Charlie puede ser cualquiera,
cualquiera con un fusil.
Todo lo que sabemos de Charlie es misterioso».

«Nos resignamos a la paranoia del disparo,
al claro amanecer de las guitarras bélicas:
sangre en las hojas de los árboles,
plantas machucadas por las botas comando,
techos de paja ardiendo,
el arroz desangrado a la orilla del río Saigón».

«Al entrar, no saludamos.
Qué sentido tiene la cortesía
cuando es el gatillo quien contesta.
Cuando vuelve la noche,
todos los árboles se ven como Charlie
(o como debiera verse).
Mis ojos, cerillas ardiendo,
han perdido su lenguaje.
Únicamente las metralletas hablan,
en código morse reparten la verdad».

«Caminar por el llano, por la montaña,
como recorrer una herida,
como entrar a un hormiguero,
y desde el sendero encriptado
preguntar por la salida:
¿Quién demonios es Charlie?»

«Y no te olvidés que Charles Mason
también se llamaba Charlie.»




 Ministerio de la Poesía
  
La buena y la mala poesía están conectadas.

Presiento un Ministerio de la Poesía,
con altos funcionarios literarios,
burócratas culturales
y académicos diputados.
A su cargo tienen encomendado
mantener vivas todas esas flores,
rosas y travesuras que hay en los poemas.
Porque si no, ¿quién alimentará a los tigres de Borges,
al elefante de Maiakovski
o al loro de siete lenguas de Parra?

Pienso en un Ministerio dividido en secciones,
con sindicato y secretaría.
Los funcionarios novatos
—o güizaches, como suele llamárseles—
se encargan de los poetas menores,
de los malos poemas
y de sostener en un perchero
el sombrero y las pretensiones
de ciertos hombres que hablan de otros poetas
a sus espaldas
y que de vez en cuando se dignan a escribir
algo que llaman «poema».

Los más veteranos, los burocráticos,
se encargan del papeleo
de los grandes poetas.
Son los que no saben dónde colocar
tanto libro, tantas antologías
y nuevas ediciones en otros idiomas
que por correo llegan.
Las abandonan por aquí, por allá,
hasta en la bañera.
A veces suelen asignar grandes edificios
para almacenar la obra de un solo poeta,
de allí el Edificio Mallarmé, la Casa T. S. Eliot
o el Bulevar Modernista.
Y siempre se las apañan.

De vez en cuando reciben alguna solicitud
de algún poeta menor
necesitado de un premio, un festival
la traducción de sus libros al italiano
o que lo presenten, como a las quinceañeras, ante la sociedad.
Pero el Ministerio viejo, el burocrático,
ya está cansado de las puestas de sol,
de la locura cervantina
o la precocidad creacionista
de los poetas menores.
A veces ya no saben qué hacer
con tanto trámite, tantas exigencias
o cartas de recomendación,
y no desean admitir otro poeta al club.
Porque eso implicaría más trabajo,
más papeleo, polvo y moho.

Pero a veces, solo algunas veces,
los poetas son tan insistentes
que los dejan entrar.
Quizá por eso el Ministerio de la Poesía
prefiere a los malos poetas,
que no llaman, no escriben
ni pelean por las becas
o los premios;
ni osan, tantito, levantar la voz.



Todo gato fue niño alguna vez

Mi gato precioso, bohemio de alfombra,
como la rata,
no es de ninguna raza importante.
No es más afín al queso o al cordón
que al humor de Schopenhauer.

Su atuendo le es indiferente.
Es más gato
por no tomar conciencia de sus pelos.

Mi gato es mío porque a él
me someto,
y a su gesto indescifrable.

Es cafecito por fuera,
y negro por dentro,
con algunas manchas de silencio.

Sigiloso, escapó a todos los nombres.
Yo (un poco necio) le puse Poe,
pero en casa (más necios aún) le dicen Patches.
Y, a pesar de todo, en su inocencia de gato,
como no me entiende,
todavía conserva su nombre.

Mi gato, avión en reposo,
es una isla en el ombligo del mundo;
un ojo que fosforece en la noche.

Sus maullidos rebotan por la casa,
mientras él persigue un mundo
escondido en un rayo de sol.

Mi gato es mueble,
valija silenciosa
de travesuras que tropiezan.

Mi gato, que en realidad es gata, no tiene género.
Pues ayer cumplió dos años muerta.
Pero, entre todo lo muerto,
su recuerdo es lo más vivo en esta casa.


SE BUSCA

Ayer perdí mi sombra.
Yo, que la sacaba a pasear
y la cubría cuando la luz le dañaba los ojos,
la perdí.

Pero la sombra de todos los hombres se parece.
Quizá no la he perdido,
tal vez me la robaron.
¿Pero cómo saberlo?
¿Cómo saber si la sombra que tengo
es la que nos han dado?

¿Cómo saber si la nítida silueta,
entre todas las que hay, es la correcta?

Quizá tengamos la sombra de otro
y otro tenga la nuestra,
y nunca lo sabremos.

Quizá yo soy la sombra de mi sombra
o la sombra de otro hombre.
Quizá yo también esté perdido
y quizá nadie me esté buscando.



xii

callada nación de piedras
en cuál de todas escondes la predilecta
la tortuga el hogar del número trece
la humilde forma de la lluvia

viajes por el mundo emprendes
impulsada por la venganza de la carne
o el dentado filo del gusano

paisaje andino
callada nación de piedras
nariz dormida
puñal tendido sobre la sed
¿te atreves a lamer el perfume de los hombres
a entregar la máscara interna de los ojos
la escritura secreta del tiempo
escondida entre las piedras
tallada por las sombras
virutas de oscura luz entre la cólera?

fálicas alturas incestuosas
se empeñan en llover sobre el sepulcro
sobre la herida sobre el tejido
trabajado por las horas por los dedos
dorados del pasado y los labios
mudos que hablan de la pena del calendario

piedra
ojo perdido en el paisaje
caligrafía prematura
lenguaje menor o migaja de algo
hablad por la piedra
por el arrecife sonoro bajo las olas
por la tierra mezclada con la pólvora
por el rostro dormido en el espejo

piedra
estrella cansada
hablad después de tantos años
porque nunca habías caminado más allá de lo concreto
de la nariz del pensamiento
y de los pensamientos de la sombra

cantad flor y canto
cantad
porque he venido a plantar un cadáver en vuestro pecho
con la promesa de traeros flores a diario


  





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