FIPAL6: Armando Maldonado, Honduras

ARMANDO MALDONADO, Honduras


Tegucigalpa,1983. Poeta, editor y gestor cultural. Fue fundador del Grupo literario Máscara Suelta. Fue miembro del Colectivo de Poetas Paíspoesible y del Taller de Poesía “Edilberto Cardona Bulnes”. Director de Ediciones MALPASO
 Entre sus publicaciones:
·         Un poema que hable del mar, Proyecto Editorial La Chifurnia, San Salvador, El Salvador 2016.
·         Así tu cuerpo, Proyecto Editorial La Chifurnia, San Salvador, El Salvador, 2013.




CARTA DE LA POSTERGACIÓN

Para cuando leas esto posiblemente esté sentado en mi balcón fumando un tabaco con sabor a vainilla. Realmente no importa. Donde tú leerás esto posiblemente no estaré, no sabré del sabor de la nieve en el amanecer de los monjes de la escarcha, ni del calor de los lechos de las mujeres que venden orquídeas a la humedad de las monedas. Quizá no sepa el nombre de la banca ni del parque donde fustigarás el papel con los sollozos más mudos que pueden habitar las calles de Dallas. No sabré quizá, si un avión me podría arrancar de tus brazos para llevarme a Estambul o comprar una pajarera y envejecer con el recuerdo de las acacias floreciendo en el trópico. Para cuando leas esto, realmente no importará la muerte de mis geranios o las aves exóticas que pasabas en tu tamiz. ¿Ves que simple es la vida cuando los años nos enrollan? Ahora tendrás una serenata de hielo guardada en el borde de tu anillo, los alientos agónicos de todos los inviernos en el tornillo de un reloj de arena. No podrás decirme ahora que la vida es un trampolín de agua donde se pierden las estrellas que guardamos en el bolsillo, no podrás decir ahora que la vida es una libreta azul que se te perdió en el aeropuerto.




VALS ATRAVESADO

Mi abuela canta el idioma de las luciérnagas.
Canta la ceguera de los años
y con los recuerdos en un ojo de agua tierno.
Vive lejos del mar.
Atraviesa como una sombra
que se aferra a las estampas de los santos,
como el sonido de un vals atraviesa
el caparazón de una tortuga antigua
y con nombre de montaña.
Nadie sabe el secreto de su música,
nadie sabe si llora bajo el velo de las novias.
Mi abuela tiene cítaras en los labios
y el caparazón de una tortuga antigua
en el sitio donde se albergan los recuerdos.




CONFESIONES DE CUALQUIER LÁZARO
I
Cuando cerré los ojos,
todas las orugas y polillas
acudieron a mi boca.
Era un ciego tanteando el aire
en un bosque joven de olivos.

II
Siempre supe que la muerte de un dios
habita en los huracanes y nada puede hacer un hombre
que va solo con el pecho desnudo hacia la tempestad.

III
Nunca fui el hombre viejo que quise,
bronceado mis últimos días en Malibu
cantando La Internacional a la hora de las noticias.

IV
La muerte nunca fue un problema para mis labios,
pero ¿Qué pecado merece el castigo
de dos agonías en un lecho febril?

V
La tumba es la única patria donde los himnos y las banderas
son las supersticiones de lo añejo
y nadie enarbola la esperanza de los caídos.

VI
He aquí mi mortaja para cubrir los mares
cuando el Armagedón quiera envenenarlos.

VII
Cuando la voz tronó al otro lado de la loza,
ya había instalado mi lámpara y mi radio
para escuchar el sorteo de la lotería.




MAÑA POÉTICA

Un par de lenguas se desangran en los pórticos
y las muchachas
desnudan a sus camaleones antes de dormir.

La ciudad calla mientras llueve.
La noche es un negro útero que envuelve las avenidas.

Alguien escribe.




EL TIEMPO DE LAS ACACIAS

Venías con la lluvia,
como un bullicio,
cardumen de gestos
para meter en los bolsillos.

Entrabas en rojo,
tu voz era de follaje,
de vino y escarlata.

En las contadas tardes de granizo
mordías
una canción,
yo seguía a tientas la partitura de tus piernas,
para en ellas volverme añicos.

Era cualquier mayo,
sólo que tu cuerpo temblaba por mí,
como las acacias tiemblan
al primer tronar de la lluvia.




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