Françoise Roy, Canadá. Poeta invitada.



Françoise Roy, Canadá 

Françoise Roy nació en Québec, Canadá, en 1959. Estudió Geografía en la Universidad de Maryland y la maestría en Geografía con Diplomado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Florida. En 2000, obtuvo el Diplomado en Traducción de la Asociación Mexicana de Traductores, Capítulo de Occidente, y en 2013 un Diplomado en Fotografía (CFO, Guadalajara). Ha publicado las novelas Nieblas del estío, Si tu traversais le seuil (L’instant même, Québec, 2005), Diario del contemplante (Editorial Samsara, México D.F., 2012) y La lámpara trágica (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2014), así como los libros de cuentos Trastrueques (Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2007), De icor y granito (Secretaría de Cultura de Jalisco, Guadalajara, 2015) y Un lugar de paso (Universidad de Guadalajara, 2019). También ha publicado las plaquetas de poemas A Flor de labios, Sísifos de perlas rojas/Sysiphes aux perles rouges, Tutti Quanti. Un árbol invisible, y Laguna. Ha publicado los siguientes poemarios:  Iridio, Razones para la redención del zafiro, Si acaso hubiera/Si par hasard il y avait (en coautoría con Karla Sandomingo), El Velo Uno/Le Voile Premier, Atrás de la máscara, Sueños en forma de laberinto/Rêveries en forme de labyrinthe, El pañuelo de Dios, Todo lo que está aquí, está en otra parte, En la jaula de las medusas, A doua piele/Segunda piel, Cartografía menor, Antología personal/Anthologie personnelle, Papá se llevó a la novicia de piernas torneadas, Bitácora de navegantes, Le caroussel des eaux, Rostros planetarios, En la rueca del zodíaco y Corazón de cera.. Ha ganado los siguientes premios: Premio Nacional de Traducción Literaria de México (1997), Premio de novela Jacqueline Déry-Mochon (2007), Concurso Nacional de Poesía Alonso Vidal (2007),  Premio internacional Ditët e Naimit (Tetovo, Macedonia, 2008), Gran Premio Internacional de Poesía del Festival “Noctiles de Poezie” (Rumania, 2011), Premio Nacional de Poesía Tijuana 2015 y Premio de poesía 2019 de la AESAL, en París. Ha traducido del francés, inglés o español más de setenta  libros, y una obra de teatro de Fernando Del Paso. Fue becaria dos veces del Programa de Estímulos a la Creación Artística de Jalisco. En 2007, se hizo acreedora de una residencia artística en el Centro de Traducción Literaria del Banff Center for the Arts, Canadá y en 2009, de una residencia artística en Argentina, otorgadas por el FONCA. En abril y mayo de 2018, fue escritora residente del Instituto Lu Xun de Literatura en Beijing, China. Ha participado en festivales de poesía en numerosos países de América, Europa y Asia.

Selección poética de Françoise Roy

Ovillo

¿En qué postura regresaste,

niña, a tu lugar de partida,

tú que, hecha un ovillo,

sólo conocías

la posición fetal?

¿Así, con alas arrugadas,

desplegándote

con lentitud hasta parecer

     ave en vuelo, alas o brazos

(a esas alturas da lo mismo)

extendidos a toda envergadura?

Te imagino como una libélula; sé que de cerca —enormes para ser insectos— ellas son aterradoras, pero a cierta distancia, asemejan pequeños helicópteros, aeronaves vivas, elegantes, atrapadas en sublime baile nupcial. Y como la distancia entre tú y yo ha sido nuestro pan, te veo lejos de nuestras vidas, zumbando, y con cara humana.


Jaleo

Jugaste con tu madre al juego de la soga; cada quien jalando el cabo que le tocaba con todas sus fuerzas: tú con tu alma a manera de motor, ella con la fuerza de sus brazos que anhelaban mecerte al son de una canción de cuna.

Prefiero el sonido de la palabra en inglés, lullaby, o en francés, berceuse: ninguna contiene la palabra “cuna”, como es el caso en la lengua de Cervantes.

"Cuna", mala jugada de la lingüística; cu-na, las dos notas más hermosas del pentagrama, nido de madera que cobija los sueños más luminosos del mundo.

Ya no puedo decir la palabra "cuna", fuego ardiendo en mi voz: me queda la tuya — completa, irremediablemente vacía— donde duerme una piedra en vez de ti.



Babelias

La torre de babel (un Babel humilde, a escala nuestra) 
—que va de trino a palabra, y va de palabras a lengua,
y de lenguas a telepatía, y de telepatías al silencio
tan propio de los muertos— no se desplomó bajo tus pasos.
No siquiera cuando subías, en espiral, al traspasar las nubes,
para volver a bajar hasta ese lugar en el que febriles 
te esperaban tres cariátides en el pasillo
que daba justo al quirófano
donde te rompían las costillas.
En tu lastimada caja torácica —a la que en francés 
y en inglés, extrañamente se le dice "jaula" torácica—
revoloteó sin salirse un ave de paz, 
la paloma del Espíritu, si acaso.



El silencio de los corderos

Qué podía ofrecer, yo, la espectadora maniatada, para aplacar la ira de los dioses, a no ser un cordero en el altar: mi voz de palabras a balidos, mi carcacha de piel a pelambre, mi cuerpo de piernas a patas. Era nuestro día de suerte: el altar —sin que nadie entendiera la ofrenda— se deshizo en un abrir y cerrar de ojos, disappeared into thin air, ah el aire que te faltaba y que los ángeles te soplaron de boca a boca. Bala en mis oídos el cordero: sigue vivo aún, como tú, a quien escribo de aviarios y alfombras mágicas,  tú con quien celebro el ser en tierra firme.


Silva para unos quintillizos muertos 

a Alejandra Negrete, Rubén Espinosa, Nadia Vera, 
Mile Virginia Martín y Yesenia Quiroz, asesinados 
el 31 de julio 2015 en la Ciudad de México 
in memoriam


Azul sangre y rojo cielo a 19 grados arriba del Ecuador. Un departamento, antes y después del azul, 5 sangres, Yesenia, Rubén, Nadia, Mile Virginia y Alejandra. Nudo gordiano atado en sus gargantas, the nooze, nudo nada náutico (el cuerpo nao sin quilla) sino el de la asfixia, no, mejor, más eficiente, es la carnicería, la yugular abierta como un pan entre dos manos, el tiro de gracia (la carne relámpago se abre pero, no se cierra). Alabado sea el blando resorte del gatillo, pero antes, eso sí, Alejandra trapeaba pisos y tendía camas para gente viva; Mile Virginia modelaba; Rubén tomaba fotos; Yesenia pintaba párpados; y Nadia —hoy a la vera de Cristo— blandía la vera cruz de la lengua. De ahora en adelante, Alejandra ha de sacudir los muebles del Paraíso; Rubén de retratar a los querubines (qué majos son los ángeles); Yesenia de retocar los bucles de Santa Úrsula, ponerle rubor en las mejillas, espolvorear de rojo la cara de la Virgen de Guadalupe (rojo rubí que no sangre, para que Ella, tan celestial, esboce una sonrisa hacia los verdugos de la calle Luz Saviñón 1909, porque seguirán acomodando sus posaderas en las sillas mágicas del Congreso que son remedos de cajeros automáticos); y Mile Virginia habrá de practicar el zapateado en la pasarela flotante a los lados de la cual están formados los Seres de luz, muy arriba de las nubes. Ay ustedes cinco que se asomaron a la mirilla, ¿escucharon acaso la mano velluda descorrer el pestillo? ¿Quién fue primero? (Rubén es la cereza sobre el pastel del Estado, guardemos a Rubén para el final) ¿Qué vecino oyó lloroso los lloros llamando a los santos, qué sordo escuchó el laúd de la voz tocando las notas del santoral con sus cuerdas de henequén? ¿Qué dirán los medios de aquella catástrofe?: fue un ladrón, un malabarista, un malviviente, y se llevó los diamantes de veinte quilates de Alejandra // se llevó la cámara de colección de Rubén para tomar fotos de gente honorable // se llevó las plumas delineadoras de cejas Mont Blanc de Yesenia // se llevó la libreta de apuntes incunable de Nadia que pertenece a un museo de alta seguridad // se llevó los zapatos de cristal y el traje de crinolina con botones de esmeraldas de Mile Viginia, la colombiana. ¿Quién te oye gritar, Yesenia-Mile-Vera-Rubén-Alejandra, quién entre la gente mucha que no se digna en abrir la boca? No hay para donde correr aquí, concierto para piélago y conquista, exilio interior a la mexicana. La escoba de Alejandra, hoy, vuela lejos de los brujos patrios; el obturador de Rubén corta de tajo el aire jarocho; la pluma de Nadia escribe Yo soy el muerto 132, 132 solamente hoy del Río Bravo al Usumacinta, Ya me cansé (el armisticio lo firmarán en 1909 años cuando se hayan roto todos los relojes de arena); los pinceles de maquillaje de Yesenia pintan un cuadro donde no figuran los anatomistas de Rembrandt, sólo el cadáver; y los vestidos de Mile Virginia ondean ligeros a media asta. En tu ataúd de cristal, Yesenia-Mile-Vera-Rubén-Alejandra, ¿verás desfilar de menos el cielo de Tenochtitlán? Ése es un cuento de hadas al revés: el beso del príncipe mata, la reina perversa sube al trono con todo y huso envenenado. El rostro de Rubén tasajeado, mascarón de proa rumbo a la tempestad, uno de cinco rostros siguiendo como girasoles la luz de las alturas porque aquí abajo luz no hay, México un cuartoscuro, México un proceso sin juicio.  


Conoce más sobre Françoise en estos enlaces: 




11 FIPAL| Poesía hasta el tope 









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