Marcos Rodríguez Leija (México)

2015: poeta invitado
Marcos Rodríguez Leija (México)




















Nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas (México). Desarrolla su trabajo en periodismo, literatura, música y artes visuales.


Forma parte del Diccionario de Escritores Mexicanos del Siglo XX, publicado por el Instituto de Investigaciones Filológicas y el Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recibió el Premio Nacional de Periodismo e Información 2000-2001. 

Es autor de los libros Minificciones (minificciones, 2002, IMC); Pandemónium (cuento breve, 2001, CNCA, ITCA), Souvenires (minificciones, 2011, CNCA, ITCA); Rumor de humo y ceniza (poesía, 2015, CNCA, ITCA); El susto (cuento ilustrado para niños, 2015, editorial Anónima).

También cuenta con una producción discográfica titulada Antología con canciones de su autoría y variantes musicales del blues, el folk y la trova. 

Coordina talleres de minificción, de periodismo y composición de canciones. Su trabajo literario es utilizado por el Centro de Estudios de Español para Extranjeros (CEPE-UNAM) y ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués y alemán.


QUÉ FUE DE TI CIUDAD MUCHACHA

Nací en una ciudad muchacha que envejeció de pronto
Tendida sobre los peores males
desprende el aroma de los desahuciados
los pies le sangran
por caminos de espina y brasas
Si hubieras andando aquel de piedra y lodo
no te retorcerías en dolores que te muestran incurable
muchacha ultrajada por hombres diestros
en los malabares de la lengua que emborracha corazones
Fuiste de uno y de otro
te poseyeron tantos dejándote extraviada
Una locura te impide recordar tu nombre
pronunciarlo arrastra un eco antiguo apagándose
¿Qué fue de ti ciudad muchacha
perdida en laberintos de palabras recurrentes?
Me duele verte despellejándote muchacha anciana
en el dolor que desprende el aroma de los desahuciados
mientras cobija los temblores de tu cuerpo la sombra de la muerte.



EL INCENDIO

Una noche mamá nos despertó alarmada
—¡Se quema la casa! ¡Se quema la casa! —gritaba
tenía un claro paisaje de terror en el rostro
Al ver la mano macabra de la llamarada
no le di importancia y me dormí de nuevo
Aquello no era tan grave
la lengua endemoniada de mi padre
desataba peores infiernos



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