RICARDO RÍOS GARCÍA (Nicaragua)

Ricardo Ríos García
Nicaragua



Ricardo Antonio Ríos García nace el 31 de diciembre de 1987 en la ciudad de Villanueva, departamento de Chinandega- Nicaragua. Licenciado en Derecho con mención en Gerencia empresarial. Licenciado en Psicología clínica. Perteneció   al Grupo literario SPJO de la ciudad de León- Nicaragua donde fueron publicados sus primeros poemas en la Antología titulada ESE VIENTO QUE CANTA. Sus poemas también han sido publicados en las revistas literarias leonesas DESHONORIS CAUSA Y EL MERCADO. Recientemente sus poemas fueron publicados en la Muestra de poesía titulada CUATRO VOCES NUEVAS DE LA POESIA DE LEON TITULADA EL MATERIAL DE TU SUEÑO, bajo el sello editorial de la Promotora cultural leonesa y prologado por el Dr. Steven White. Actualmente trabaja en el Ministerio de la Familia, adolescencia y niñez de su ciudad natal.



 Selección de poemas



Nocturno III

Hay gente
en el cielo que tiene el cuello blanco
y el busto pálido como una estrella que endosa la luz.

Agachándose,
con un gesto de oreja
que se ha sacudido todas las voces,
está la luna de pie,
sobre las cabezas asedadas,
como el mar cuando entra en las rodillas a endulzarnos los nervios.

A mi lado, el mundo es un cuarto de cielo,
tal vez ese recuerdo honrado y consentido
de alguien que sonríe.

Mientras pienso esto,
prometo, no sé por qué,
mi nombre como aliento que refresca de entusiasmo
la voz baja de todos los parques que hay dentro de mí.

El mundo cuelga sus ojos
en mis ojos, sube y mueve la siesta
de un cuerpo que da bostezos.

El mundo como una llave parecía sollozar en todas las puertas.

Y entonces, vino la tierra a darnos una especie de sonido,
cuyo formato codicia el oído
de las mujeres que duermen mirándose
con indecencia la ranura de sus piernas.

Las camas comienzan a vendarse las heridas en el sueño.
Hay fuga de agua en los pozos de la noche.

El mundo como una llave parecía sollozar en todas las puertas.


Nocturno V

Despierto,
no por verme dormir en el sueño.

Los niños observan el campanario de mis ojos
poblado de murciélagos.

La luz es un crimen.
Las bujías piensan la profanación de los cables
que mudaron de casa.

Despierto,
simple como una lengua
alargándose de aburrimiento

Algo menos que un grano de sal
oyendo los movimientos de la luna
enferma por mirar hacia abajo,
mortalmente blanca,
redonda,
huesuda,
cuchillo hundido en la oreja de un perro.

Despierto.
Mi carne es un nido de hormigas en comunión.


Nocturno  IX

Los perros tienen algo que perdonar.
Saltan de las puertas los golpes que perdieron sus manos.

Todo está adormecido
sobre esa calle que gira dentro de un pie.
La gente se retuerce
de hastío en las camas.
El sueño sabe que duele pedir misericordia a un gato.
Las almohadas nos miran con desprecio
para confesarnos que palidecen de nervios.
Los insectos condenados a preparar los ruidos de la noche
inquietan una despedida que se murmura dentro de mí.
Arden los aposentos
con toda la euforia rencorosa de un enfermo indigente
como un perro que amanece con los huesos empacados
en la mirada de aquella mujer
que pescaba sus senos para acostarse
y oír los tumbos de su leche.

Esta noche puedo rascarme la barbilla con agradecimiento,
colgar los dientes con un poco de prudencia en las ventanas,
sonreír para asustar el tedio
de las casas entibiadas en las cocinas
que se arrastran en los patios.


Oración para antes de dormir

Perdónenme, pies míos,
porque todas las mañanas sean arrestados,
porque estos calcetines sean dos policías custodiando sus dedos,
porque estos zapatos sean sus miserables celdas
entre barrotes de cuero,
porque estos cordones sean las esposas para sus tobillos.

Porque estas calles donde andamos
sean los pasillos de un sistema penitenciario.

Perdónenme, pies míos.

¡Por mi culpa,
por mi culpa,
por mi gran culpa!                         

En el mundo estamos
para cumplir la sentencia de estas cosas.


 
Credo de una sábana

Además de respetar la cama. Creo
en la resolución de los cuerpos. Creo
en la preparación militante de las almohadas. Creo
en la resurrección de los sueños. Creo
en la migración de las pesadillas. Creo
en la descomposición de los huesos. Creo
en el desorden de las camas después de las cuatro de la madrugada. Creo
en el perdón de los desvelados. Creo
con sigilo médico en la agonía de los enfermos.

Finalmente creo por encima de todas las cosas
en las mujeres que triunfantes e insidiosas
soportaron toda la dureza del hierro
sobre mí.


Día I

Aparezca la luz.
El mundo despereza sus párpados
dentro de un cuerpo.


Mujer que duerme

Necesito que alguien toque la cabeza
de esa mujer que duerme.
Todas sus pesadillas
están cepillando la imaginación de su pelo
tendido como sábana que insulta un cuerpo.
Basta un movimiento de su frente para espantar todas las moscas,
un espacio para acomodar el corazón y abrir las bodegas
de su caja torácica, y nos muestre el aire desde las alturas;
algo que tiemble y cuestione sus giros y desarregle
el sueño que está cargando su primera escena.

 I
 Una especie de hierba florece en el sueño.
Trabaja con disciplina onírica
esas cosas que inclinan su cansancio.
Sospecha que los ojos son la celda del vértigo,
y el sol, es un muchacho que tiene la mirada
más triste en el reposo.

Aquí una mano
es un recinto de caricias apagadas.

Moví mis dedos.
Que generoso tengo el tacto cuando es de noche.

 II
 Crecerán posibilidades de luz
sobre ese cuerpo que amarga la oscuridad.

Es el retoño de la sombra,
los temblorosos candados del alma sonando sus llaves,
buscando mano entre tanta ruina.

 III
 Que tus manos sean cinco números:
sumando,
restando,
multiplicando para dividir
entre dos tus ojos.

Que tus ojos sean dos números
hundiéndose en la luz.

Que tus párpados, devotos de la claridad,
sean medidos,
pero jamás bendecidos por el sol.

Que tus manos enmudezcan
en la custodia de sus guantes.
Que la suma,
resta
y multiplicación de cada uno de tus restos,
sean divididos
entre tus dos ojos
para que la tierra desangre su luz

 IV
 El sueño y el sol
con su espionaje de gatos saltando la ventana.

Están calientes las almohadas,
asciende el humo,
encendido como chimenea.
Sacude sus cenizas
cuando el mediodía es hoguera
levantándose de brujas
y fantasmas.

La tierra está liviana.

El sueño dónde estás de pie,
es el sol.

 V
 Esta columna vertebral
no es más que los rieles
de una estación.

Cada mano, un tren.
Cada dedo, un vagón tras otro.

Mientras uno puede vivir
como un pasajero imaginario subiendo maletas,
sacando adioses de la ventana
y estirando las piernas
para que el mundo sea largo.

Sigue la ruta.

Mira cómo desnucan a esa mujer
que frena la velocidad de una mano en la estación de trenes.

 VI
 El cuerpo es una piñata.
Sus vísceras,
pequeños caramelos.
Alguien se da con un palo en las costillas
para despertar con un grito
a todos los niños que duermen
en la fiesta de su cumpleaños.

Vengan a vendarle los ojos.

No merece darse la paliza de las risas
de los globos,
de los dulces,
de las felicitaciones.
No merece saltar en pedazos de huesos.

Los niños simplemente buscan caramelos en sus vísceras.

 VII
 Falta el cepillo y la pasta dental.
Tengo la impresión de que mis dientes
serán adultos por las madrugadas
y que el dolor de muela es necesario
según la edad.

Para ser feliz
basta permanecer inútil entre cosas
que, amablemente, hablan de mí por las madrugadas;
sin embargo, perdono la vergüenza
de mis encías en el sueño.

 VIII
 Salgo de mi cabeza.
Lo más salvaje de esta travesía
es mantener presionada
la sien contra la almohada
y oír cómo se desploma la nieve de mis sesos.

Una masa de hielo
enfría los dedos de alguien
medianamente despierto.
Intento cruzar la carretera

ALTO

El resplandor de la mañana hizo mudar la raíz de mi pelo.
El sol descongela sus párpados casi al amanecer.
La luz roja del semáforo
se abre como una flor en desgracia.
Salgo de mi cabeza.
Aterrizo debajo de la cama.
Adentro me movía como un seso
en pleno accidente de invierno.

 IX
 Palpa la oscuridad de tu cabeza desde el abismo.
Ese sueño  hizo de tu cuerpo el temblor
de algo que se quedó más blanco que la nube
cuyas celdas pueden estar abiertas
en tus ojos.

Entona la luz.

Oscurece como alguien que reposa en la sangre.
Avanza como una mano en el momento de escribir.
Crece con toda la intensidad
y el horror de la tierra.
Allí sólo puede reflejarse tu cabeza
desde el abismo.

 X
 No.
No quiero imaginar lo que sueñan esas cabezas
que duermen y maltratan las almohadas
que laboriosamente nos algodonan la sien.

No quiero ser sangre derramada en ese crimen.
Todavía tengo vida en el sueño.

Estoy respirando casi despierto.


 Día II

Abre la mano.
El aire que contrarrestaste
en el encierro, es el mundo.



 Si acaso despierto...

Si acaso despierto,
quítenme los párpados.
No soporto cualquier semejanza con el sol.





 
III Festival de Poesía "Amada Libertad, Pueblo"
El Salvador 2016
11 - 16 de julio
Fundación Cultural Alkimia
La Casa del Escritor - Museo Salarrué (SECULTURA)
Ediciones Amada Libertad

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