Reynaldo Bordas. Nicaragua.

Invitado al IV Festival Internacional de Poesía Amada Libertad. Lectura de cicatrices. El Salvador, julio 2017.

Reynaldo Bordas nació en Telica, municipio de León, Nicaragua, en 1989. Estudió en la Universidad de Managua, donde ovtuvo su licenciatura en Periodismo. Tiene estudios en desarrollo local y administración bajo los principios de la Asociación de Promotores de la Cultura (APC-León).

Ovtuvo el primer lugar en el Concurso de Poesía del Encuentro de Jóvenes 2014, dedicado a la memoria de mártir sandinista Rigoberto López Pérez. Sus poemas han aparecido en la revista Deshonoris causa y en el desaparecido semanario El sol, así como en el libro Arando el aire: la ecología en la poesía y la música de Nicaragua del catedrático estadounidense Steven F. White. Fue incluido además en la antología de poesía de jóvenes del Movimiento Cultural Leonel Rugama en 2014. También en el libro El material de tu sueño: cuatro voces de la nueva poesía en León (Promotora Cultural Leonesa, 2015), selección de la poeta Esthela Calderón.

Ha participado en los Ciclos Culturales de León, organizados por la Promotora Cultural Leonesa. Ha formado parte en diferentes talleres literarios y recitales.



SIN TÍTULO



Este texto no debería discursear sobre ir al parque

sino sobre tu chiflido

afuera de la oficina

que mide las puertas

o el camino.

El chiflido que no hace crecer flores

ni provoca celos de pájaros

pero es como colmillos que irritan mi esclavitud laboral y moral

que contrapone mi pereza de cartas correos y mensajes.

Me levanta por fin de mi silla

tiro el lápiz y apuño los ojos.

El chiflido otra vez y una manzana en la bolsa

o un cigarro o una bolsa de maní embolsado.

El chiflido de zapatero

de transportista

de jugador

de lustrador

de mandato o de imposición.

Y vayamos al parque.

Como dos bancos a quienes las coronas,

las flores, las manchas y la brisa le hacen inagotables los días.



Este poema no debería abordar sobre ir al parque

sino sobre un sonido ocurrente

un soplo más bien a través de tus labios fruncidos

la canción de dos hombres,

cuando los problemas se suben a la cabeza

cuando las simples ganas de acercarse

me hacen ceder a los golpes del teclado

entre planes e informes

el parpadeo del monitor

a la falla sísmica que se inquieta debajo de mi escritorio

y después del silbido

ir al parque a pie

ocupar una banca cálida y estacionaria

mientras los guises abren la boca de tragaluz.



 

DESCRIPCIÓN DE UN SIMPLE SALUDO


Te aparecés con el short arremangado

una camiseta suelta al cuerpo.

Voy a recibirte,

echás la mano a mi hombro

preguntás cómo estoy.

Limpia los rostros el viento como si quisiera sombrearnos la risa.

Es mediodía y en mi casa

hay en la mesa además de los acrílicos y la manta

un vaso con avena y dos empanadas.

Nadie puede concebir que seamos felices en esas realidades:

Dos pesos en mi bolsa,

un cigarro húmedo en la tuya

y de ganancia un mordisco en la oreja.





CUENTO DE UN PANTALÓN


Lo dejaste en la cama el día que amanecimos

bebiendo y fumando.

Lo doblo en el perchero y debería bailar con él

como las señoritas con su vestido de quinceañera .

Noto el desgaste de pretina ruedos y costuras.

Sigue siendo angosto

las mismas manchas almidonadas

las mismas marcas del planchador.

Mis brazos

deben dormir entre sus mangas formar una tijera humana.

Después prenderle fuego.

Debería usarlos o cortarme un short con estilo.

No importa,

la ropa no es culpable de cubrir su inmundicia.





PLANA DE UN HOMBRE REGALÁNDOSE AL ATARDECER.

Canso en mi rostro

una amarillez decadente de fin de jornada,

de cierre de archivadores y negocios.

Tengo en mi bolso el valor de los tenis blancos que me pediste.

Pienso en el humear

del gallopinto con queso que mi Mama frio para la cena.

Vos del otro lado de la calle te morís por vagar.

Viéndome como un huérfano enfermo ve a su Papá adoptivo.



Descanso en el portón del trabajo;

con la misma ropa de hace seis años

tengo la quincena que me costó desvelos, dolores de cuello y viajes de sol.

Vos aseado

y transitoriamente piadoso con un joggers nuevo

prensándote las pantorrillas jugás con dos monedas.

Entonces vacío mi cartera de proveedor-usuario.

Darte los 500 a cambio de desquiciar dos horas

oírte decir que soy tranquilo y buena onda.

Sin embargo el bocado del hambre y la sed me hizo depositar los billetes.

Esta vez, no en tus brazos en trenza

no en un taco de billar o cajilla de cervezas.

Esta vez, el gallopinto con queso lo saborié desde hace rato.

Alimento que me mandará a dormir dignamente,

al que decentemente

vos no podrás invitar a la novia que te buscaste y anochece la visita.





REÍTE HOMBRE, LEONEL

Al poeta Guerrillero Leonel Rugama

Poeta,

no pretendo en este texto

dialogar tu juiciosa seriedad.

Únicamente imagino que estás en una plaza,

esta vez no como monumento brillante y enflorado

Sino vivo. Con la boca extensa

las cejas en formalidad

ancha la montura de tus anteojos

que facilita ver a las palomas en su mañana amarillenta.

Reíte, Leonel, mientras enrollás el hilo para la lechuza

corré por el parque mordiéndote el labio,

que no reviente el aire la manila.

Mojá tu cara en la fuente

comprá algodón de diez pesos.

Hacé fila para los chinos.

Ensuciá tu camiseta.

Secate la frente en la manga.

Enamorá a las chavalas.

Caminá por los andenes

con el pantalón negro de gabardina con las manos en los bolsillos.

Ayudá levantar a la chavalita que se cayó en el subibaja.

Comprá tajadita, echale chile.

Poeta, no pretendo que esto sea una elegía.

Atardecé en la plazoleta,

comprá una pulsera.

Ojeá los libros usados de la acera.

Por fin te veo sonreír.

Después cansado regresá a tu casa

acostate en la hamaca de la cocina

comé cuajada del tapesco y charrasca.

Reíte, poeta, ya no hay huecos de tanqueta Sherman.

Lo que hay es otro muchacho como vos que escribe,

una multitud que hace con sus manos en la DOS

chistes y juegos de estudiantes que salen de clases

y tu mirada rojinegra siempre abierta a la felicidad.

 

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